LA EQUIDAD
MOTIVACIONAL COMO MEDIDA DE ATENCIÓN A LA DIVERSIDAD
Un aspecto que se considera de vital importancia para facilitar la
integración es el referido a la motivación. La motivación es un tema amplio y difícil, pero resulta
de gran interés resaltar algunas ideas que orienten nuestra actuación
didáctica y obtener éxito en la tarea integradora.
LOS MOTIVOS COMO IMPULSOS- LOS MOTIVOS COMO METAS
El legado más
importante de la educación consiste en fomentar en los
jóvenes la voluntad de aprender y de seguir
aprendiendo toda la vida..
(Covington, 2000)
En la actualidad, asistimos impotentes en nuestras aulas a una progresiva pasividad de muchos de
nuestros alumnos ante su deber como estudiantes. Este problema que nos parece
tan actual, se ha repetido a lo largo de las épocas; un profesor anónimo de la
época grecorromana ya se lamentaba: "nuestros estudiantes se han vuelto
perezosos y no respetan la autoridad. Desprecian a sus tutores, engañan a sus
profesores y no acuden a clase".
Estos alumnos consideran el estudio un juego de imbéciles y la
asistencia al Centro Educativo una pérdida de tiempo. En ellos podemos
observar, no ya dejadez, sino una determinación
de no aprender, una supresión del impulso natural de comprender; alumnos
que desprecian la lectura, que no saben redactar, que se niegan a pensar...
Nos hallamos en una época de cambios que se suceden cada vez más
deprisa. El cambio es la única
constante del futuro. El conocimiento se
multiplica vertiginosamente. En la sociedad tecnológicamente compleja de
este inicio de siglo, la necesidad de mano de obra no cualificada ha caído en
picado. En las dos décadas próximas, para aprovechar la mayor parte de las
oportunidades laborales, se requerirán
estudios superiores a la enseñanza secundaria.; en la próxima década, los
que pasen a formar parte de la población activa, probablemente tendrán que cambiar de empleo un promedio de cinco
veces antes de jubilarse. Por todo ello, se piensa que gran parte de nuestros
alumnos se enfrentarán a un mundo desconocido con una completa falta de
preparación.
Por tanto, construir el futuro deberá consistir en prepararse para el
cambio, desarrollar habilidades profesionales viables y, principalmente, fomentar en nuestros alumnos la voluntad de aprender y de continuar
aprendiendo a medida que cambien las circunstancias personales, promover la
capacidad de perseverar y autorrenovarse. La actitud más importante que se
puede formar es la del deseo de seguir aprendiendo.
CRISIS DE LA EDUCACIÓN
No cabe atribuir la actual crisis de la educación al fracaso de una
política educativa concreta; intervienen muchos factores: debilitamiento de la moral pública, drogas,
conflictividad familiar, desadaptación social, barriadas marginales (guetos de
pobreza)... De hecho, sin la presencia estabilizadora de los Centros
Educativos, a pesar de todas sus limitaciones, las cosas estarían aún peor. La
carga que se nos pretende imponer a los profesores crece de día en día sin
dotársenos de los recursos necesarios. Los
profesores no pueden hacer mucho por disminuir las terribles condiciones en
su contra y en la de sus alumnos, a menos
que se produzca una reconsideración fundamental de la dinámica de la motivación
en el aprendizaje y de qué y cómo hay que enseñar.
La voluntad de aprender se ve amenazada no sólo por
los riesgos de crecer en un mundo cambiante o peligroso, sino también por las
teorías erróneas de la motivación humana.
DOS CONCEPCIONES DIFERENTES DE MOTIVACIÓN
En las últimas décadas han aparecido dos concepciones muy diferentes
sobre la motivación de logro. Una contempla la
motivación como un impulso; como un estado
o necesidad interna que empuja a la persona a actuar. Este enfoque
considera la motivación como un factor que
mejora el rendimiento. El supuesto que subyace a esta concepción es que, si
suministramos las recompensas adecuadas, o amenazamos con el número adecuado de
castigos, empujaremos (impulsaremos) a los alumnos desanimados y perezosos a
alcanzar niveles más elevados de logro. En esta concepción, tendrán mayores recompensas
los que más rindan, fomentando así,
razones muy negativas para aprender: el miedo al castigo o al fracaso.
La teoría de los impulsos sobre la motivación origina propuestas de reforma desatinadas que siguen una política de "intensificación":
más horas en el Centro educativo, más deberes, más exámenes, más obstáculos
para los futuros profesores y programas más amplios.
Pero, en realidad, muchos estudiantes ya suelen estar motivados, pero
por razones equivocadas; motivados para evitar el fracaso o, como mínimo, sus
implicaciones: la falta de capacidad.
Una auténtica reforma educativa residiría no tanto en incrementar o
intensificar los niveles de impulso existentes, cuanto en fomentar distintas
razones para aprender. Debemos concebir la
motivación no en términos de impulsos, sino como una búsqueda de metas; metas que atraen y seducen a los
alumnos hacia el aprendizaje.
Concebir la motivación como una búsqueda de metas depende de que se establezca la "equidad de motivación".
Todo el mundo puede experimentar el compromiso de pensar más y de estar
preparado para aprender más. Las diferencias de capacidad de los alumnos no
constituyen barrera alguna para alcanzar esta clase de excelencia. En este
sentido, todos pueden ser iguales;
iguales en términos de las razones (motivos) para aprender. Promover una conducta orientada hacia metas,
así como razones positivas para aprender, se convertiría en el objetivo
primordial de la enseñanza.
LOS MOTIVOS COMO IMPULSOS: TEORÍAS
Teoría de la necesidad de logro
Atkinson y McClelland, en los años cincuenta y principios de los sesenta, defienden que el
logro humano es el resultado de un conflicto
entre esforzarse por alcanzar el éxito y tratar de evitar el fracaso. Ambos
motivos se expresan en términos de emociones. Pensaban que las diferencias
personales en anticipar emociones (orgullo
frente a vergüenza) eran las que respondían a los interrogantes sobre las
causas:
1)
¿Por qué algunos alumnos abordan el aprendizaje con
entusiasmo y otros de mala gana?
Según esta teoría los alumnos que abordan el aprendizaje con
entusiasmo priorizan la emoción de orgullo frente a la emoción de vergüenza. Sin
embargo, los alumnos que abordan el aprendizaje de mala gana, una posibilidad
es que lo hagan así porque para ellos nos es un orgullo, no es importe el
contexto educativo. O tal vez porque creen que no lo harán bien, por lo tanto
para ellos el orgullo es no sentir vergüenza.
2)
¿Por qué algunos eligen tareas sencillas en las que
el éxito está asegurado y otros prefieren problemas en los que las
posibilidades de éxito y fracaso estén en equilibrio?
La teoría de la necesidad de logro no explica por sí sola esta
pregunta, porque aunque es verdad que a nivel general las personas realizamos
diferentes acciones para obtener un refuerzo positivo, el valor que tienen los
distintos refuerzos son diferentes.
Teoría de la atribución
A comienzos de los años setenta, Weiner
propuso una nueva interpretación de la Teoría de Atkinson: eran los procesos
cognitivos (de pensamiento), y no una anticipación emocional, los agentes de la
calidad del logro. Daba prioridad a lo
que se piensa frente a lo que se siente. Por tanto, los educadores deberían incidir en enseñar a sus alumnos a analizar las
causas de sus éxitos y fracasos del modo más constructivo y realista posible.
Esta teoría se centra en el papel del esfuerzo en el logro: los alumnos deben
llegar a valorar el esfuerzo como la fuente fundamental de su valía personal.
Esta premisa es seguida por la mayoría del profesorado, recompensando en mayor
medida a los que trabajan y se esfuerzan por aprender.
Pero, entonces:
3)
¿Por qué hay tantos alumnos que no se esfuerzan en
la escuela?
Porque tal vez la escuela no es vista como algo importante, algo que
te aporta bienestar, algo que te posibilita llegar a aquello que uno quiere
alcanzar.
Aquí también influye muchísimo el contexto, y más hoy en día donde es
cada vez más habitual el obtener recompensas sin apenas esfuerzo. Esto hace que
no se vea necesario esforzarse.
4)
¿Por qué otros alumnos ocultan sus esfuerzos o se
niegan a admitir que estudian mucho?
Aquellos alumnos que ocultan sus esfuerzos o incluso
niegan admitir que estudian mucho, puede ser porque que si los demás saben que
emplean tanto tiempo es porque cuentan con una capacidad más limitada (“no son
inteligentes”). O porque el esforzarse significa en el contexto educativo entre
el grupo de iguales ser el “empollón”, un rol al cual se le asocian connotaciones
peyorativas.
Teoría de la valía personal
" Nada contribuye más a la autoestima de un
alumno que las buenas
calificaciones, ni nada le destroza más que
las malas calificaciones"
Rosenberg (1965)
En nuestra sociedad, la valía de
una persona se mide en gran parte en términos de su capacidad para alcanzar
logros de forma competitiva. No es de extrañar que el sentido de autoestima
de los estudiantes suela equipararse a la capacidad: no tener buenos resultados
es señal de falta de capacidad y motivo para dudar de la valía personal (Beery,
1975).
Por ello, el esfuerzo es una
espada de doble filo: los alumnos valoran el esfuerzo porque los profesores
lo premian, pero también lo temen por ser, en el caso de que fracasen, una
amenaza potencial a su valía (Covington y Omelich, 1979). Los alumnos pueden
perjudicarse a sí mismos "no estudiando", teniendo así un excusa para
fracasar sin que afecte de forma negativa a su capacidad.
El análisis de la
valía personal nos ayuda a despejar algunas ideas:
a)
La falta
de voluntad para aprender no es debida a la falta de motivación. El alumno que
se niega a aprender está altamente motivado: su motivación es proteger su
autoestima. Por tanto, los profesores nos
equivocamos al aumentar las recompensas al esfuerzo y castigar el no esforzarse
más; deberíamos modificar los motivos.
b)
La actual
crisis educativa no es simple cuestión de escaso rendimiento. Es más bien una crisis de motivación. Cuando los centros
educativos transformen las razones de los alumnos para aprender, los síntomas
desaparecerán al mismo tiempo. La estrategia de la "intensificación"
sería limitarse a continuar haciendo lo mismo que durante años, pero en mayor
medida, condenando a estos niños a desperdiciar más tiempo. Incrementar el
grado de exigencia carece de sentido.
Resumiendo, las recompensas, asociadas a la teoría del impulso, suelen
ser de naturaleza extrínseca; irrelevantes para el acto de aprender: cuando la
necesidad de reconocimiento se satisface o desaparece la amenaza de fracaso, ya
no hay razón alguna para seguir aprendiendo;
el éxito se mide en gran parte en términos de evitar algo malo, no
necesariamente de conseguir algo bueno. Esto resta valor al verdadero
aprendizaje y centran la atención de los alumnos en el rendimiento per se, sin
considerar lo que aprenden ni el significado que tienen para sus vidas.
LOS MOTIVOS COMO METAS
La clave de la transformación
del sistema educativo consistiría según esta postura, en considerar la
motivación no en términos de impulsos, sino de metas, y de metas de naturaleza
fundamentalmente intrínseca (Deci, 1975). Se valora el aprendizaje por lo que
puede hacer para mejorar la eficacia personal, para ayudar a otros o para
satisfacer una curiosidad.
El reto es crear una paridad de motivación para todos los alumnos, en
la que todos se esfuercen por razones positivas, que el aprendizaje sea la
recompensa.
5)
¿Qué merece la pena que aprendan los alumnos de cara
al futuro?
Merece la pena adquirir las habilidades de relacionar conceptos,
razonar, tener curiosidad por saber y conocer. Porque sobre todo hoy en día
donde existe tal cantidad de información, hay que tener la capacidad no sólo de
llegar a ella sino saber elegir.
Además, el saber aprender puede generalizarse a otros contextos y
conocimientos, pero aprender algo concreto no. Cómo máximo se puede relacionar
con otros conocimientos.
Pero, ¿qué hay que enseñar?
Destacan dos tipos de conocimiento: saber aprender (adquirir
hechos e información específica) y saber pensar (organizar la
información de forma que permita solucionar problemas concretos).
Tres razones para enseñar a pensar:
Saber pensar, la autodisciplina intelectual,
constituye el complemento esencial de la libertad. Fomentar metas de
aprendizaje intrínseco implica que los alumnos tengan una considerable libertad
de establecer sus propios objetivos, dentro de unos límites razonables, y de
decidir cómo alcanzarlos.
Mejorar la capacidad de pensar fomenta la voluntad de aprender; promueve
la idea de que se puede ampliar la capacidad a través de la experiencia y la
práctica ("la inteligencia se puede incrementar"). Los alumnos con
esta visión, tienden a abordar problemas más difíciles, durante más tiempo y
con mayor determinación y confianza (Dweck, 1983).
Instruir en las habilidades del pensamiento es decisivo para la supervivencia
en el futuro. "Al ritmo actual de crecimiento del conocimiento,
cuando un niño nacido hoy se licencie en la universidad, la cantidad de
conocimiento en el mundo se habrá cuadruplicado. Necesitamos más información
que nunca para seguir siendo funcionales, ilustrados y con capacidad de
adaptación. La misma información se vuelve obsoleta a sorprendente
velocidad" (Hilliard, 2000). El
sistema educativo pretende abordar el problema mediante la intensificación,
pero dedicar más tiempo no soluciona el problema: nunca habrá tiempo
suficiente. La solución está más bien en
dedicar más tiempo a enseñar habilidades más amplias y orientadas al futuro,
entre las que se encuentran las estrategias de pensamiento y de solución de
problemas.
"Una parte del conocimiento consiste en ignorar las cosas que no merece la pena saber" Crates el Viejo
Los estudiantes deben aprender a manejar esta hiperabundancia de
información de modo que sean ellos, y no la máquina, los que tengan el control.
Documento relacionado:
http://orientacion.educa.aragon.es/admin/admin_1/file/Materiales%20-Recursos/E_%20A%20PENSAR/ensenar_a_pensar.pdf
http://orientacion.educa.aragon.es/admin/admin_1/file/Materiales%20-Recursos/E_%20A%20PENSAR/ensenar_a_pensar.pdf
LOS MOTIVOS COMO EMOCIONES
El experimento de
Ferdinad Hoppe
En 1930, Hoppe invitó a un grupo de personas a practicar el
lanzamiento de anillas a estacas móviles, a distintas distancias del objetivo.
Descubrió que el número de anillas ensartadas, que para unos significaba un
éxito, para otros era un tremendo fracaso. Además el nivel de rendimiento
necesario para suscitar sentimientos de éxito cambiaba en cada persona con el
tiempo. Estas curiosas conductas se explican en lo que hemos denominado "niveles de aspiración".
Los sujetos creaban un mecanismo
de control y equilibrio ("camino típico"): después de un éxito,
elevaban sus aspiraciones y, por el contrario, después de un fracaso las
disminuían; en este caso, se protegían frente a la posibilidad de un fracaso
repetido.
El experimento de Hoppe dio paso a múltiples e importantes
aportaciones:
§ El concepto de seguridad en uno mismo: medida en
que una persona se siente capaz para conseguir un objetivo concreto o hacer una
determinada tarea (se refiere al propio sujeto).
§ Expectativas: cálculo del éxito final, grado de seguridad en el triunfo... No
necesariamente causado por el propio sujeto; en función de las causas
percibidas, el éxito puede incrementar la seguridad en uno mismo o no.
§ Disposición a asumir riesgos: distancia a la que los sujetos se mantienen del
objetivo cuando puede elegir.
§ Retos realistas: aprender requiere un ajuste entre las capacidades de la persona y
las exigencias de la tarea. Woodson (1975): los alumnos que perciben una mejor
correspondencia capacidad-examen son los que más rinden.
§ Niveles de exigencia absolutos y basados en méritos:
a)
Resultó de
gran importancia que el sujeto estableciera sus metas de logro. Estas metas, definidas personalmente, se
mantenían como objetivo más o menos constante hasta que el sujeto las
conseguía, por lo que cabe denominarlas de naturaleza constante o absoluta. Se diferencian de las
relativas, en que éstas últimas se establecen por comparación con los logros
personales de los compañeros, en cuyo caso la medida del éxito cambia
constantemente y, en consecuencia, nunca depende de lo bien que se desenvuelva
una persona, sino también de cómo lo hagan los demás, que es algo que el
aprendiz no puede controlar.
b)
Otra forma
de medir el éxito consiste en que los
profesores establecen los niveles de exigencia, no los alumnos. En este
caso, el éxito se basa en los méritos; el éxito no dependerá de lo que hagan
los otros, en hacerlo mejor que los demás, sino en superar los obstáculos que
plantean los requisitos de la propia tarea.
Desde el punto de vista de la motivación, los niveles de exigencia absolutos (planteados por uno mismo o por
otros), son inestimables, ya que fomentan
una interpretación positiva del fracaso, en el caso de que se produzca:
tiende a motivar a los alumnos a esforzarse más la próxima vez, ya que el
fracaso, en este caso, implica no estar a la altura de una meta, en tanto que
competir con otros y fracasar significa no estar a la altura como persona.
Las metas absolutas ofrecen
asimismo criterios intrínsecos para medir el progreso personal, por lo que
son muy importantes para los alumnos con tendencia a la ansiedad. Fijar las
propias metas de logro y modificarlas, hace que se controlen los propios éxitos
y fracasos. "Saber que se controla el propio progreso es la clave de una
dinámica positiva". Las
expectativas ajenas, las de los padres y profesores, limitan la libertad de
maniobra de los alumnos; el bien ajustado equilibrio entre fracasos y éxitos,
se deshacería rápidamente si las personas aceptan como propios los niveles de
exigencia inadecuados que otros les imponen.
EL MODELO CUADRIPOLAR DE LA NECESIDAD DE
LOGRO
6)
Nuestros criterios de evaluación, ¿son normativos o
criteriales? ¿Están referidos a la norma del grupo o a un nivel de exigencia
absoluto?
Los criterios de evaluación empleados son en un principio criteriales.
Se establece qué mínimos tiene que alcanzar el alumnado. Pero si el grupo
presenta capacidades inferiores para alcanzar el criterio, se establecen los
criterios de evaluación normativos.
La teoría de la motivación de logro de Jhon Atkinson (1957, 1987), se
basa en las brillantes especulaciones de Hoppe. Según Atkinson todas las
personas se caracterizan por dos impulsos aprendidos: una motivación para aproximarse al éxito (esperanza de tener éxito o
facultad de experimentar orgullo ante un logro) y otra para evitar el fracaso (facultad de experimentar vergüenza y
humillación al fracasar). Atkinson
indica que se trata de dimensiones independientes, lo que nos permite describir
cuatro tipos de estudiantes según el siguiente modelo:
A. El
esfuerzo excesivo:
PERFIL: Estas personas tratan de evitar el fracaso teniendo éxito.
Esta es su razón para el logro, que al final, puede convertirse en su derrota
personal, aunque a corto plazo pueda conducir a éxitos extraordinarios. Es
percibida como una persona brillante, dócil, muy madura para su edad. Hace
mucho más de lo que exigen sus deberes, llegando a acuerdos con sus profesores
sobre tareas adicionales. Todo indica que es la alumna ejemplar, pero
personalmente tiene intensas dudas sobre su capacidad. Su compromiso a trabajar
como un/a esclavo/a suele llevarle al borde del agotamiento. Puede presentar
trastornos psicosomáticos.
B. El esfuerzo por tener éxito
PERFIL: Gran capacidad de compromiso intrínseco y una curiosidad
inquieta. Su tiempo libre está repleto de actividades extracurriculares. Padres
con elevadas expectativas que lo forman desde el primer momento. Persona con
recursos, segura de sí misma y con altas expectativas.
C. El esfuerzo por evitar el fracaso
PERFIL: Capaz pero apático. Aburrimiento continuo. Se muestra
indiferente. Puede estudiar mucho en el último momento para compensar las
semanas de estudio y de abandono, de aplazamiento de las cosas y de falta de
interés. Su exceso de preocupación por el fracaso y sus implicaciones (carecer
de capacidad) le pueden llevar a abandonar los estudios o a un retraimiento
psicológico; niega el significado de un fracaso inminente o minimiza la
importancia de las tareas en las que corre riesgo de fracasar. Su expediente
indica que se trata de un buen alumno. Se siente algo culpable y angustiado
ante sus logros, ya que le preocupa, en secreto, la posibilidad de ser un
farsante, el no saber tanto como indican sus calificaciones y que un día se
descubra.
D. La aceptación del fracaso
PERFIL: Los logros les suelen resultar fundamentalmente
indiferentes. La indiferencia puede interpretarse como: vía para evitar cometer
errores y parecer estúpido, falta de interés genuina, ira oculta (minorías
étnicas, clase social con valores y cultura diferente...), resignación y
pérdida de esperanza.
7)
Pero, a veces, los estudiantes que se orientan a
evitar el fracaso, rinde igual de bien o se hallan dispuestos a rendir como los
que se orientan al éxito. ¿Por qué ocurre esto?
Porque tal vez no se sienten identificados con su grupo de iguales, no
perciben comprensión por parte del profesorado, se sienten “fuera de juego”, no
encuentran cabida para sus inquietudes. Pero ello no significan que no cuenten
con la capacidad necesaria, por eso más o menos van a probando las distintas
asignaturas.
Atkinson añadió a su modelo dos
factores más: lo atractiva que
resulte la meta de logro y las expectativas de alcanzarla.
Así, la inacción no implica necesariamente que un alumno no esté
motivado. Puede estarlo en grado sumo y carecer de oportunidad de obtener
buenos resultados (expectativas). E
igualmente, carece de importancia el facilitar el logro de una meta: si no
resulta atractiva, no se tendrá en
cuenta.
La victoria fácil no es lo que nos motiva del todo. Para las personas que se orientan al éxito,
el nivel óptimo de desafío es el de grado intermedio; es decir, fijar las
propias metas con la suficiente elevación como para obtener satisfacción si se
tiene éxito, pero no tanto como para que el éxito sea improbable. También
pierden rápidamente el interés por las metas extremadamente difíciles.
Sin embargo, las personas
orientadas a evitar el fracaso prefieren las tareas fáciles, porque las probabilidades
de fracasar son escasas y se minimiza la anticipación de la vergüenza.
Igualmente le resultan atractivas las tareas muy difíciles, porque nadie se siente muy mal cuando fracasa en una
tarea cuyas probabilidades de éxito son muy escasas.
Todas estas conclusiones han tenido un amplio apoyo empírico.
8)
¿Conoce o recuerda usted a alumnos que se ajusten a
los perfiles que hemos desarrollado?
Sí conozco varios ejemplos, es difícil que cada persona corresponda a
un perfil en particular. En cierta forma, cada alumno cuenta con ciertas
características de cada perfil en función de las características del momento.
A continuación presento distintos ejemplos de cada perfil:
-Esfuerzo excesivo: una compañera cuyos padres eran profesores en
secundaria, casi sólo vivía para el instituto. Contaba con mucha presión por
parte de su familia para obtener una nota media alta. Esta presión a veces la
agobiaba demasiado e incluso a veces se preguntaba a sí misma qué sentido tenía
el estar todo el tiempo persiguiendo la mejor nota. También ayudado porque a
nivel de relacionarse con los compañeros, todos contaban con unas expectativas,
y cuando éstas no se cumplían ella se sentía mal.
-Esfuerzo por tener éxito: en la teoría para este perfil no se
especifica si el alumno que cumple tal perfil obtiene buenas calificaciones. Sin
tener en cuenta las calificaciones, me he cruzado con muchas personas así. En
la universidad más. Como personas resultan mucho más interesantes, no como
aquellas que cumplen el perfil de “esfuerzo excesivo”, porque su único tema de
conversación son los estudios que cursa.
-Esfuerzo por evitar el fracaso: con este perfil me he encontrado en
el instituto, sobre todo en los primeros cursos los cuáles son obligatorios. Aquellas
personas con este perfil a nivel académico, me llamaban la atención porque como
personas eran interesantes, maduras por lo general, con inquietudes no
cubiertas por el contexto educativo, bastante inteligentes muchas veces.
-Aceptar el fracaso: no he conocido a nadie que se ajustara a este
perfil.
9)
¿Qué utilidad para nuestro trabajo puede tener el
análisis basado en la aproximación al éxito y la evitación del fracaso?
La utilidad puede ser identificar lo que para cada alumno es sinónimo
de éxito y fracaso, y en función de ello proporcionar distintos refuerzos.
Otros investigadores, Nuttin y Lens (1985), han añadido un par de factores más al modelo de
Atkinson, al asegurar que las metas
futuras y, en especial, el concepto subjetivo de tiempo son los espacios de
motivación básicos en que operan los seres humanos. En la meta de una persona
se incluyen sus expectativas de futuro, sus deseos, sus sueños...
Las personas transforman sus necesidades y deseos en metas específicas
y temporales; a corto, medio o largo plazo. El
esfuerzo por alcanzar una meta se distingue por el número de subtareas o pasos
que hay que llevar a cabo con éxito para llegar a la meta. Por tanto,
existe una jerarquía temporal y una
jerarquía de tareas.
Lens afirma que las personas orientadas al éxito, aspiran a metas más
complicadas y lejanas y son expertas en establecer pequeños pasos de dificultad
media para que sea elevada la probabilidad de pasar de uno a otro; se protegen
frente al fracaso con planes de reserva y metas alternativas.
Como implicación educativa fundamental se deriva que la capacidad de
planificación forma parte de la motivación. Enseñar
a los alumnos a planificar mejor
incrementará su disposición a aprender por razones concretas y a creer que se
es "causa", sentir que se controlan los hechos futuros, base de todo logro
notable.
"...Cuando los niños creen que ejercen control
sobre su éxito en la escuela, rinden más... Y cuando... tienen éxito, tienen
mayores probabilidades de considerar el rendimiento escolar como un resultado
controlable... los niños que van mal en la escuela perciben que no poseen
control sobre los éxitos y fracasos académicos, creencias que posteriormente
generan un rendimiento que las confirman"
Ellen Skinner y co. 1990
Pintrich y co. (1990), proponen tres factores esenciales para implicarse en
una tarea: creencias sobre la capacidad personal (¿puedo hacer esta
tarea?), razones para emprenderla (¿por qué hago esto?) y emociones ante la
misma (¿cómo me siento haciendo esta tarea?).
10)
¿Cómo se
enseña a planificar?
Para enseñar a planificar cualquier tarea es necesario conocer el
objetivo de la misma, y sus normas. Una vez que se cuenta con esta información,
se procede a distribuir a nivel temporal los distintos objetivos a corto plazo.
11)
Previo al
planteamiento de una tarea o trabajo, ¿de qué manera podríamos atender los tres
aspectos propuestos por Pintrich: creencia de capacidad, razones y emociones?
Para la “creencia de capacidad” es muy importante contar con un adecuado
locus de control interno y externo, además de un autoconcepto realista y de
unas expectativas también realistas.
Para las “razones” para emprender una tarea es importante que aquello que
se va a realizar sea un reforzador positivo.
Las “emociones” que se experimentan cuando se realiza la tarea están
muy relacionadas en función de la recompensa que tenga asociada a la tarea.
Si cuando el profesor diseña y plantea una tarea o trabajo a sus
alumnos tiene en cuenta estos tres aspectos, tal vez cuente con una mayor
probabilidad de éxito.
ALGUNAS INVESTIGACIONES DE INTERÉS:
a)
Razones que subyacen a las diferencias étnicas en
motivación de logro:
Las investigaciones han demostrado que las
diferencias de logro entre diferentes grupos étnicos se reflejan en las
diferentes metas a las que aspiran. Los
estudiantes de grupos marginales suelen inclinarse hacia metas que favorezcan a
sus familias (frente a la búsqueda del beneficio individual) y que les
supongan un beneficio familiar; para estos jóvenes, las asociaciones
predominantes con el éxito son "familia",
"cooperación" y "tradición" (frente a espíritu competitivo
y autonomía). Los estudiantes de grupos minoritarios prefieren alcanzar sus
objetivos mediante cooperar, compartir y mantener una estrecha cohesión social.
Debemos concebir estas diferencias en
términos de "necesidad de atención a la diversidad".
b)
Prácticas de educar a los niños y la calidad de su
posterior esfuerzo para el logro.
Los padres de
niños orientados al éxito esperan que sus hijos obtengan éxitos notables;
les proporcionan una cantidad inusual de cuidados durante la crianza, para que
también adquieran las habilidades necesarias para ser independientes; y tienden
a recompensar los logros dignos de elogio, en tanto que no prestan atención a
los rendimientos decepcionantes.
Los padres de
niños que tienden a evitar el fracaso consideran el rendimiento
decepcionante un incumplimiento de las expectativas de los adultos y se castiga
en consecuencia, mientras que el éxito se recibe con escasos elogios y, a
veces, con indiferencia.
Otras
reacciones desastrosas frente al fracaso son: la falta de coherencia
(castigo, indiferencia o premio) que tiene como consecuencias la indefensión
aprendida, la depresión y sentimientos de ira y ansiedad; exigencias
autoritarias de que los hijos destaquen, sin proporcionarles orientación alguna
(o muy escasa) sobre cómo hacerlo, teniendo como consecuencia un rendimiento
del hijo muy inferior a sus posibilidades o un esfuerzo excesivo.
c)
Mejora de las habilidades asociadas con la
motivación de logro a través de la instrucción en el aula.
Las pocas pruebas disponibles son prometedoras,
pues indican que son posibles cambios positivos no sólo en las conductas
relacionadas con la orientación hacia el
éxito, como el establecimiento de metas realistas y la independencia de
criterios, sino también en la mejora de las calificaciones y la disminución de
los índices de absentismo y de abandono de los estudios (De Charms, 1968, 1972;
Ryals, 1969).
LOS MOTIVOS COMO PENSAMIENTOS
La Teoría de la Atribución es fundamental en la motivación de logro,
ya que los psicólogos cognitivos, encabezados por Bernard Weiner, propusieron una
reinterpretación radical del modelo de necesidad de logro de Atkinson. Weiner
transformó la definición de Atkinson mediante una interesante sustitución:
"facultad de percibir que el éxito está producido por factores internos,
especialmente el esfuerzo". Los logros notables pasarían ahora a depender
del significado que las personas confieren a sus éxitos y fracasos.
Weiner propuso cuatro razones distintas que las personas podrían
ofrecer para explicar sus éxitos y fracasos: capacidad, esfuerzo, la tarea en
sí y suerte. A las atribuciones de capacidad y esfuerzo les añadió el
calificativo de internas porque reflejan características inherentes a la
persona; tarea y suerte serían
atribuciones externas, ya que escapan al control de la persona.
En términos generales, los teóricos de la atribución, sostienen que las personas orientadas al éxito atribuyen
sus fracasos especialmente a la falta de esfuerzo, y sus éxitos a una mezcla de
capacidad elevada y esfuerzo. Ante el fracaso, concluyen que nos se han
esforzado lo suficiente ni del modo adecuado, por lo que se puede corregir
redoblando esfuerzos o haciendo las cosas de otra manera. La culpa o
remordimiento es aprovechado de forma positiva, en beneficio propio.
Por el contrario, las personas motivadas a evitar el
fracaso, atribuyen éste a la falta de capacidad, más que al esfuerzo
insuficiente. Además,
atribuyen sus éxitos, en el caso de que los tengan, a factores externos como la
suerte o la ayuda ajena. Creen que los éxitos no son obra suya y se
responsabilizan del fracaso porque son estúpidos; esto provoca sentimientos de vergüenza y,
emoción que conduce a un rendimiento inferior en posteriores ocasiones, en
buena medida porque le distrae y hace que piense en otra cosa mientras estudia.
Se han
encontrado pruebas, aún no muy completas, de que existen diferencias
significativas en los estilos de atribución con relación al sexo: las mujeres y
las niñas tienden a expresar atribuciones negativas y con tendencia al fracaso
en mayor medida que los hombres. Esto puede explicarse en función de un reflejo
social (expectativas sociales con respecto al papel de la mujer; mayor
asertividad y competencia exigida a los varones...). En todo caso, es un factor
a tener en cuenta: la posibilidad de que las mujeres tiendan más, en principio,
a descartarse a sí mismas como agentes de sus logros personales.
ALGUNAS IMPLICACIONES EDUCATIVAS:
a)
El significado del fracaso.
No es tanto el hecho del fracaso, ni siquiera el de
su frecuencia, lo que altera el rendimiento, sino su significado.
Nos explica igualmente por qué el éxito no siempre refuerza la seguridad en uno mismo.
Los profesores en vez de organizar el aprendizaje de forma que los alumnos no experimenten
fracaso alguno o el menor número posible, deberíamos organizarlo de manera que el hecho de no alcanzar las
propias metas, cosa que, inevitablemente nos pasa a todos, se interprete de forma que promueva la
voluntad de perseverar.
b) El papel
del esfuerzo.
Según esta teoría, la atribución al esfuerzo
controla la dinámica de logro:
§ Modificando las expectativas de éxito futuro: son
más optimistas si se atribuye el fracaso a la falta de esfuerzo.
§ Conformando las reacciones emocionales ante los
hechos: esforzarse incrementa el orgullo cuando se tiene éxito y no hacerlo
desencadena la culpa ante el fracaso.
§ Existe la creencia extendida entre los profesores de
que podemos controlar el esfuerzo de nuestros alumnos (Weiner y Kukla, 1970).
Los profesores recompensamos los rendimientos
sobresalientes y castigamos el fracaso, pero, al mismo tiempo, recompensamos el
esfuerzo. Todo el que se esfuerza recibe una recompensa, sin tener en cuenta su
capacidad, aunque se manifiesta una ligera tendencia a recompensar en mayor
medida a los alumnos menos capaces que al resto. Se une elogio ante el éxito e
indulgencia ante el fracaso al igual que las prácticas de los padres con
motivación hacia el éxito.
§ Los niños orientados hacia evitar el fracaso, tienen
menos probabilidades de esforzarse. A estos alumnos, principalmente si se les
nota capacidad, se les elogia menos cuando tienen éxito y se les castiga más
cuando fracasan.
12)
¿Es recompensar el esfuerzo la manera más eficaz de
fomentar el aprendizaje?
No es eficaz con los alumnos orientados a evitar el fracaso, pero ello
no significa que no sea eficaz con otro perfil de alumnado.
c)
La indefensión aprendida.
La indefensión aprendida consiste en un estado de
depresión o de pérdida de esperanza que acompaña a la creencia de que por mucho
que uno se esfuerce o por muy bien que se hagan las cosas, el fracaso es el
resultado inevitable (Coyne y Lazarus, 1980). El sentimiento de indefensión se
produce cuando se atribuye de forma
repetida el fracaso a causas internas estables; en términos de atribución,
a la escasa capacidad. Tales atribuciones pueden llevar a la desesperación e
incluso al odio hacia uno mismo.
Este tipo de alumnos difieren también, respecto de los que se orientan al éxito, en las clases de estrategia que utilizan
para enfrentarse al fracaso:
"Se comportan como si sus éxitos anteriores en una tarea nunca se
hubieran producido, disminuyen el empleo de estrategias razonables y
desarrollan actividades irrelevantes y estereotipadas, como la de realizar
elecciones al azar.
d) La
reenseñanza de la atribución.
Se puede reeducar la atribución del fracaso. Se han
realizado experiencias practicando la repetición de verbalizaciones tales como:
"He suspendido porque no me he esforzado lo suficiente". Se ha
comprobado que los alumnos, antes desmoralizados, tienden a perseverar más en
sus tareas escolares y, en algunos casos, a adquirir esa cualidad de forma más
generalizada.
Sin embargo, la eficacia de la reenseñanza de la
atribución, puede ser más eficaz en los
niños más pequeños porque para ellos el esfuerzo se asocia con una
competencia creciente; en cambio, los adolescentes comienzan a darse cuente de
que el esfuerzo y la capacidad contribuyen de forma distinta e independiente a
alcanzar los logros, y de que esforzarse, sólo compensa en parte la falta de
capacidad. Por estas razones, es posible que las exigencias de los profesores
de que se esfuercen más no contribuyan gran cosa a la mejora del rendimiento de
los alumnos mayores, sobre todo si ya se sienten incompetentes.
Enfoques
más recientes pueden ayudar a vencer este obstáculo. En ellos, se atribuye el fracaso a estrategias de
aprendizaje inadecuadas; es decir, se centran en la deficiente "calidad" del esfuerzo personal, no
sólo en la "cantidad"
inadecuada del mismo. El concepto de estrategia de aprendizaje equivale a aumentar la capacidad de aprender. Esta
perspectiva preludia formas muy distintas de pensar sobre la empresa educativa.
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LA VALÍA
PERSONAL Y EL MIEDO AL FRACASO
La Teoría de la valía personal parte de la existencia de la necesidad
de la validación personal, la necesidad de obtener la aprobación, el amor y el
respeto de los demás y, cuando sea necesario, eludir los hechos que, como el
fracaso, pueden provocar desaprobación o rechazo. Formulada por Covington y
Beery (1976) y Covington (1992), sostiene que la aceptación de uno mismo es la
prioridad fundamental del ser humano y que, en lo que se refiere a la escuela,
la valía personal suele depender de la capacidad de obtener logros ¡¡de forma competitiva!!. Los estudiantes
suelen confundir capacidad con valía personal.
Se disponen de pruebas convincentes de que los estudiantes valoran la
capacidad, a veces por encima de todo lo demás (Covington, 2000). Los estudiantes
prefieren la explicación de que el fracaso se debe al poco esfuerzo, y no a la
escasa capacidad (Brown y Weiner, 1984), lo cual es lógico no sólo porque la
escasa capacidad predice el fracaso futuro, sino también porque el fracaso, si
uno no se esfuerza, no implica forzosamente una escasa capacidad. Valoran más
los éxitos que se consiguen sin esforzarse mucho, lo cual indica que la
reputación de ser brillante (de tener éxito sin esforzarse de verdad), tiene
una importancia primordial para la definición positiva de uno mismo.
Esbozando los elementos generales de la teoría de la Valía Personal,
destacar cinco ideas.
-
La
combinación de estudiar mucho y, al final, fracasar implica que se posee una
capacidad escasa (Kun y Weiner, 1973; Kun, 1977).
-
La percepción
de incompetencia provoca sentimientos de vergüenza y humillación.
-
No
esforzándose o esforzándose poco, se puede minimizar la información sobre la
propia capacidad, en el caso de que se fracase y, por tanto, evitar emociones
destructivas.
-
La
tendencia del profesor a recompensar el esfuerzo genera un conflicto de valores
en el aula entre la capacidad y el esfuerzo. Los profesores refuerzan las
circunstancias (elevado esfuerzo del alumno) que provocan más vergüenza en los
alumnos en el caso de suspender; y, a la inversa, desaprueban de forma rotunda
las situaciones (no esforzarse) que proporcionan a los alumnos la máxima
protección contra las implicaciones negativas del fracaso.
-
Una de las
mejores formas de evitar el fracaso y su implicación, la falta de capacidad,
además de no esforzarse, es tener una excusa para no hacerlo. No es de extrañar
que las excusas constituyan un elemento permanente de la escena escolar:
racionalizaciones, mecanismos de defensa, explicaciones falsas pero
verosímiles...
-
La solución
de estos conflictos pasa por aparentar que uno se esfuerza, pero no demasiado,
y tener siempre excusas a mano. Por ello, limitarse a aumentar la presión sobre
los alumnos para que se esfuercen más ante el fracaso es ir de cabeza hacia el
desastre.
13)
¿Qué es lo que, en la vida escolar, impulsa la
dinámica perjudicial y destructiva que elimina la alegría de aprender y provoca
un conflicto tan grave entre la capacidad y el esfuerzo como fuentes de valía
personal?
A nivel social está establecido que aquella persona que debe
esforzarse mucho para conseguir cierta meta, es porque su capacidad es limitada
y por ende no es válido a nivel personal.
Las notas obtenidas tanto en trabajos como en exámenes dentro del
contexto educativo, son interpretadas como fuentes de valía personal. Ayudado
en parte, porque en función de los resultados obtenidos los profesores y el
grupo de iguales se relacionan de un modo específico.
14)
Reto de Krumboltz (1990): ¿Qué podríamos hacer para
conseguir que los alumnos detestaran aprender?: no dejarles intervenir a la
hora de establecer objetivos, exigirles hacerlo todo correctamente e informar
de sus errores, fallos y defectos a sus amigos y parientes.
Según Krumboltz con nuestras prácticas educativas lo que conseguimos
son alumnos que detestan aprender.
El no dejar intervenir al alumnado a la hora de establecer objetivos,
creo que influye la creencia que darle demasiado “poder” al alumnado es
contraproducente.
El informar sobre los errores por sí solo no lo veo inadecuado, pero
es necesario que lo mismo que se señalan los puntos débiles también tiene que
hacerse con los débiles.
Pero si solo se destacan los errores y encima se hacen públicos se
perpetua el cómo el contexto percibe a un alumno.
MOTIVACIÓN Y RECOMPENSA
LA ESCASEZ DE RECOMPENSAS. NO HAY PARA TODOS.
Cuando las metas no son asequibles para todos, uno tiende a continuar
esforzándose mientras tiene éxito, pero nadie quiere seguir si el resultado es
la vergüenza y las recriminaciones a uno mismo.
EL JUEGO DE LA CAPACIDAD
Si pocos tienen éxito en una tarea, mayor importancia cobrará la
capacidad; y, si a la inversa, muchos tienen éxito en una tarea, se considera
que era bastante sencilla y que, desde luego, no requiere mucho talento. Si se
exagera la importancia del éxito, el significado del fracaso también se
distorsiona. Esto aclara el que la mayor
parte de los estudiantes sea incapaz de
explicar qué utilidad tiene el fracaso en el proceso de aprendizaje (Covington
y Beery, 1976); no sólo no comprenden que el fracaso es una parte importante de
la solución del problema, sino que en la mente de los niños se forma la idea de
que pedir ayuda implica de modo tácito ser estúpido (Graham y Barker, 1990). La
consideración de la búsqueda de ayuda como indicador de capacidad escasa es
especialmente intenso cuando los niños trabajan para conseguir elogios, buenas
calificaciones..., en comparación con las situaciones en que trabajan por
satisfacer su curiosidad (Newman y Goldin, 1990).
AGRUPAR DE ACUERDO A LA CAPACIDAD
Las investigaciones a
este respecto han dado como resultados:
-
Se
acentúan las diferencias iniciales entre los grupos. Se fomentan aspiraciones
insensatas, la baja autoestima, la agresividad y las actitudes negativas hacia
la escuela (Alexander y McDill, 1976).
-
Cuando los
profesionales no esperan mucho de los alumnos, éstos no suelen defraudarles,
les ofrecen lo mínimo. Profecía que se cumple a sí misma (Rosenthal y Jacobson,
1968).
-
Los
profesores atribuyen su indiferencia a una falta de capacidad. Nadie quiere
hacerse responsable del fracaso ajeno y sí del éxito (Omelich, 1974).
APRENDER A PERDER
Ante la imposibilidad de disminuir sus aspiraciones después de un
fracaso o de ajustarlas para conseguir un equilibrio entre las probabilidades
de éxito y fracaso, se derrumban los mecanismos de autoprotección que describió
Ferdinand Hope. Esta falta de flexibilidad fomenta un patrón de "cambios
atípicos" (Diggory, 1966):
-
Incrementar
o mantener sus expectativas después de fracasar en vez de disminuirlas (hay
sanciones graves si se disminuyen). Los niños se aferran de forma rígida a esos
niveles de exigencia, incluso después de repetidos fracasos. Se sostienen en
diversos pensamientos de tipo mágico; creen que lo que desean que ocurra
sucederá, por muy escaso que haya sido el rendimiento anterior.
-
Los
profesores suelen elogiar de forma equivocada las aspiraciones no realistas
como prueba de la voluntad de esfuerzo del alumno y, por tanto, refuerzan, sin
darse cuenta, unas metas destinadas a no ser alcanzadas.
LAS RECOMPENSAS COMO FACTORES DE MOTIVACIÓN
Muchos educadores consideran que las recompensas competitivas suponen
el principal motivo de logro, lo cual forma parte de un mito: si proporcionamos
las recompensas adecuadas, en número suficiente, incitaremos a los estudiantes
pasivos.
Las conclusiones más interesantes a este respecto se encuentran en un
trabajo de De Charms, 1983). En él, presenta un buen resumen de todo lo
investigado anteriormente en relación con los potenciales efectos negativos y
positivos de los premios:
-
No usar
premios cuando son experimentados por el estudiante como agentes de control
porque disminuye el interés del sujeto.
-
No usar
premios si se quiere que los alumnos aborden tareas difíciles, ya que si una
persona etiqueta una tarea como extrínseca, tenderá a elegir formas fáciles de
esas tareas, y si la etiqueta como intrínseca busca formas difíciles o
intermedias.
-
No usar
premios cuando se desea transferir lo aprendido a situaciones posteriores no
premiadas, ya que se producen efectos negativos cuando el sujeto no espera la
conexión tarea-premio en el futuro.
-
No usar
premios cuando éstos son superfluos, innecesarios, ya que las tareas no se
acentúan ni siquiera cuando están siendo reforzadas.
-
Premiar
las tareas habituales obligatorias o de memorización, pero no la creatividad o
la solución de problemas, ya que las primeras son acentuadas por premios
inmediatos y las segundas son interferidas.
EL EFECTO DE LA SOBREJUSTIFICACIÓN
Recompensar innecesariamente (exceso de justificación) por hacer algo
que ya gusta (motivado intrínsecamente) puede debilitar el interés por la
tarea: si me tienen que pagar por hacer esto, no debe valer la pena hacerlo
porque sí.
Sobornar a las personas para que rindan crea un marco extrínseco que
no invita al compromiso intrínseco. Este efecto perjudicial adopta muchas
formas:
-
Hace que
los estudiante elijan tareas más fáciles y no las que suponen un reto mayor
(Harter, 1974).
-
Perseveran
menos cuando estudian (Fincham y Cain, 1986).
-
Son menos
creativos y flexibles cuando se esfuerzan por solucionar problemas (Amabile,
1982).
-
Están más
dispuestos a limitarse a "adivinar" las respuestas correctas (Condry
y Chambers, 1978).
-
Tienden a
recordar menos la información aprendida, ya que las recompensas extrínsecas
tienden a distraer la atención de la persona durante el aprendizaje (Grolnick y
Ryan, 1986).
Los niños que adquieren una mentalidad extrínseca manifiestan muchas
de las características que hemos relacionado con la indefensión aprendida:
dudan de su capacidad para completar las tareas que poco antes llevaban a cabo
con éxito por una recompensa y pueden creer que otras personas poderosas
controlan su destino académico (la disponibilidad de las recompensas
extrínsecas suelen depender de factores que se hallan fuera del control de los
estudiantes: como el humor y opinión del profesor).
Cuando se ofrece a los estudiantes recompensas por su buena conducta y
su buen trabajo escolar, se vuelven oportunistas (Pittman, Boggiano y Ruble,
1983) e intentan conseguir el máximo de recompensa con el mínimo esfuerzo, un
orientación al trabajo conocida como "Principio del mini-maxi"
(Kruglanski, 1978).
LAS CALIFICACIONES
·
Tienden a
motivar a los que menos lo necesitan y a desanimar a quienes más necesitan ser
motivados.
·
Las
calificaciones, pueden motivar a algunos estudiantes pero sólo de forma
temporal y por razones equivocadas, al activar la amenaza de fracaso.
·
Impiden a
los estudiantes más capaces hacer uso al máximo de sus facultades.
·
Cuanto más
se resisten a aprender los alumnos, tanto más justifican los educadores la
necesidad de las calificaciones, como un intento desesperado de motivar a los
alumnos indisciplinados y difíciles de controlar. La amenaza del suspenso se
concibe como arma para vencer la apatía. Pero la apatía ya es una conducta
motivada. Lo más probable es que las calificaciones intensifiquen las conductas
de evitación, y que exageren el valor de la capacidad como fuente de valía.
No es de extrañar que muchos alumnos capten
rápidamente el mensaje de que son desechos educativos a quienes no se puede
enseñar y, lo que es peor, que carecen de valía personal. El resultado
inevitable de este proceso es el almacenamiento
de niños, una expresión desagradable pero exacta. El agrupamiento de
acuerdo a la capacidad, da lugar a un sistema de castas y genera humillación.
La etiqueta "este niño está retrasado" es profundamente injusta y un
desperdicio de talento humano. Los que abandonan no son necesariamente los
peores capacitados (25% por encima del percentil 75).
UNA NUEVA FILOSOFÍA
No sólo hay que cambiar una serie concreta de prácticas, sino también
una filosofía. La clave para motivar de forma adecuada a los alumnos, depende
de proporcionar a cada uno una instrucción que nos sea ni muy fácil ni muy
difícil. Este ajuste requiere que el profesor conozca bien el punto de partida
de sus alumnos y buscar la forma de ensalzar las cualidades de cada alumno, al
tiempo que reconozcamos la diferencia de capacidades como parte de la
singularidad. Este enfoque implica fomentar creencias sobre la capacidad que
capaciten a los estudiantes, no que los limite de forma indebida.
El propósito de permitir que los alumnos tengan un margen de elección
sobre lo que aprenden, cómo y cuando lo aprenden y de dejarlos participar en
grupos no siempre definidos por la capacidad, no tiene por qué impedir que los
niños establezcan estimaciones de capacidad. Hagan lo que hagan los profesores,
los niños siempre se comparan entre sí. El propósito consiste en ampliar las
creencias de los estudiantes sobre la naturaleza multidimensional de la
capacidad e incrementar la valoración de las diversas formas en que patrones
distintos de capacidad son relevantes para problemas diferentes.
Hay tantos enfoques de un problema como personas que tratan de
solucionarla. Debemos desestimar la concepción unidimensional de la capacidad y
la estratificación social que de ella se deriva.
El resultado inevitable de un juego de capacidad es que los centros
educativos se convierten en una inmensa burocracia en la que desaparecen un
gran número de niños sin dejar rastro, sobre todo los que pertenecen a minorías
étnicas, los desfavorecidos, los pobres y los inadaptados. Muchos de ellos
nunca entran en contacto con los tipos de conocimiento y habilidades necesarias
para sobrepasar los límites de la mera supervivencia.
15)
Los estudiantes tienen mayores probabilidades de
sentirse más seguros sobre sus conocimientos y, por tanto, menos ansiosos,
cuando se les permite demostrar lo que saben escogiendo el nivel de reto de sus
habilidades del momento. ¿Cómo podría usted aprovechar este principio para
reestructurar la forma de examinar a sus alumnos?
Para aprovechar
este principio se consultaría previamente con el alumno el nivel de dificultad
de la tarea a realizar. Una vez que se ha establecido, el alumno se debe comprometer
a llegar al criterio establecido.
Como previamente se
ha consensuado el nivel, el alumno sabe a qué se enfrenta.
El alumno con esta
metodología, puede desarrollar adecuadas expectativas en función de sus
características.
LA VOLUNTAD DE APRENDER
La cualidad del esfuerzo personal, ya sea un compromiso entusiasta,
una tímida reticencia o una resistencia activa, depende en buena medida de las
razones para rendir.
Debemos desviar nuestra atención desde los motivos como fuerzas que
impulsan a actuar, hacia los motivos como metas o razones que llevan a la
acción o la inspiran. Los tipos de metas que debemos fomentar desde el ámbito
educativo son de naturaleza intrínseca; es decir, implican el deseo de ser más
eficaz como persona o de realizar acciones porque sí. El aprendizaje se
convierte de esta forma en el medio para un fin, y no en un hecho aislado cuyo
único propósito es dar la respuesta
correcta o agradar al profesor.
Nuestro objetivo principal no debe ser un mejor rendimiento académico.
Lo que determina que la voluntad de aprender se conserve es el valor y el
significado de lo que se aprende, más concretamente, el sentimiento de
satisfacción que procede de la mejora de la comprensión, no la acumulación de
conocimientos en aras del poder o del prestigio. La competencia y la seguridad
deben crecer juntas, formando un tandem y por razones adecuadas, para que ambas
progresen.
La dignidad se obtiene luchando por la excelencia, no por la
equivalencia. Igualar los logros de los alumnos tiene como resultado la
mediocridad y la destrucción de la iniciativa individual, crucial para la
creatividad y los altos logros.
Según estas argumentaciones, ¿cuál debe ser desde el punto de vista de
la motivación, la causa principal del extendido deterioro del aprendizaje
escolar?, ¿qué dirección deberán tomar nuestras soluciones para que sean
eficaces? Las soluciones preferibles a la crisis educativa están en la línea de
modificar las razones (o las metas) para aprender, no en incrementar la
motivación (impulso) en sí misma.
SOLUCIONES
En los Centros Educativos, son los motivos de logro los que controlan
la calidad del aprendizaje y el significado de los logros para que siga
habiendo voluntad de aprender. Hay que identificar las metas intrínsecas y
reforzarlas de manera sistemática: la pericia (llegar a ser lo mejor que se
pueda), ayudar a los demás (comprometerse a resolver problemas sociales) y
satisfacer la curiosidad. La satisfacción que deriva del esfuerzo por
conseguirlas está al alcance de todos con independencia de sus antecedentes y
de su capacidad (equidad de motivación).
¿Cómo fomentar metas igualitarias?
1.
Ofrecer tareas atractivas: retos superables, significativos e interesantes
para el alumno, con un suficiente nivel de complejidad, ofreciendo
posibilidades de que surjan metas múltiples dentro de una misma tarea (curiosidad) y la creación de circunstancias
imaginarias que permitan el empleo libre y sin trabas de las crecientes
capacidades personales.
2.
Recompensar las tareas positivas para aprender: vincular las recompensas a acciones bien definidas
al alcance de todos.
-
Cambiar la base para definir el éxito: metas de actuación realistas.
-
Sistema basado en méritos: el éxito depende de que cada estudiante satisfaga
los requisitos de las tareas, independientemente del nivel alcanzado por los
demás.
Debemos intentar que todos nuestros alumnos dominen
tantas lecciones básicas como sea posible, para ello el sistema de recompensas
debe hacerse basándose en los méritos o definición personal de las metas;
entonces, el orgullo del logro depende en mayor medida del progreso personal,
de lo que se ha esforzado o del ajuste de su trabajo a las exigencias del
objetivo (Covington y Jacoby, 1973).
Cuando la meta es el aprendizaje y no el
rendimiento, los datos indican que, al final, la experiencia de aprendizaje
adquiere propiedades intrínsecas (Ames y Archer, 1987; trabajo de Cohen y
Filipczak con niños delincuentes, 1971: fichas intercambiables por tareas en
casa que dejaron de interesar de forma progresiva a medida que el rendimiento
mejoraba; los niños comenzaron a comprar tiempo en biblioteca y el alquiler de
cabinas de estudio).
Las recompensas tangibles no interfieren o incluso
pueden incrementar el compromiso interno con la tarea cuando se emplean, no
como factores de motivación, sino como información sobre cómo van los alumnos
(lo que han realizado bien) o indican la necesidad de un nuevo enfoque (lo que
han realizado menos bien). Esta retroalimentación no tiene por qué ser positiva
para ser eficaz. Las comparaciones o los intentos de manipulación provocan ira,
resentimiento y miedo (Boggiano y otros, 1986; Deci y Ryan, 1987).
Lepper: los profesores deben usar las recompensas
extrínsecas sólo cuando sean absolutamente necesarias; cuanto menos poderosos
sean estos controles, mejor internalizarán los alumnos lo que aprendan y lo
apliquen de forma espontánea.
3.
Ceder el control a los alumnos. Los estudiantes además de recibir recompensas,
deben interpretar que el resultado de su éxito es producto no sólo de su
capacidad, sino también de su esfuerzo; conseguir esta interpretación significa
conseguir un sentimiento de control sobre los hechos.
Según Metee (1971), para romper el círculo vicioso
de los alumnos con tendencia al fracaso, que niegan el éxito, deben recibir un
reconocimiento parcial, lo suficiente para experimentar orgullo, pero no para
producir miedo. Desde el punto de vista de la valía personal, consistiría en la
reestructuración del significado del éxito: si realizan un análisis adecuado de
la tarea y se fijan metas realistas, el éxito se puede repetir.
4.
Fomentar creencias positivas sobre la capacidad.
No es cuestión de negar la importancia de la
capacidad o de las dotes individuales; se trata de concebir la capacidad como
una forma de planificación estratégica, como un repertorio de habilidades que
se pueden mejorar y ampliar por medio de la instrucción y la experiencia (perspectiva
de incremento; naturaleza multidimensional y dinámica del talento humano). Los
alumnos que adoptan esta concepción tienden a centrarse más en la tarea,
demuestran mayor dedicación y se preocupan menos del aprendizaje como prueba de
valía.
Podemos proporcionar pruebas a los alumnos de su
desarrollo intelectual en el tiempo: los sistemas de ayuda entre compañeros, en
los que los niños mayores actúan como tutores de los pequeños constituye un
excelente recurso; otro, consiste en evaluar sus progresos con respecto al
pasado, ayudándole a razonar cómo cosas que antes le resultaban de gran
dificultad puede hacerlas más fácilmente o puede profundizar en ellas mucho más
gracias a que su razonamiento ha mejorado y ganado en complejidad.
5.
Mejorar las relaciones profesor alumno.
La autoridad de los profesores para controlar los
logros de los alumnos está gravemente limitada, pues su único poder consiste en
engatusar, reprender y castigar, en tanto que los alumnos sólo pueden perturbar
o evitar el aprendizaje, pero no cambiar las causas básicas de su frustración y
de su miedo. Ni los alumnos ni los profesores son culpables, pues se hallan
atrapados en una lucha donde nadie puede ganar, y los profesores se ven
impotentes para cambiar las cosas, y lo seguirán siendo mientras la estructura
de incentivos que domine en el aula sea la de evitar el fracaso.
Al fomentar las reglas de equidad de motivación, el
poder lo comparten alumnos y profesores, cosa a la que muchos se resisten con
argumentos tales como:
“...no se soluciona una situación didáctica, de por sí, difícil
poniendo más poder en manos potencialmente irresponsables Lo que los profesores
necesitan, es más poder, no menos.”
Algunos estudios (Alchuler, 1975) han demostrado que
puede cambiarse la dinámica del aula haciendo conscientes a los alumnos de las
formas de enfrentamiento entre ellos y los profesores: analizando la dinámica
negativa del juego de la disciplina. A partir de este ejercicio se comenzaron a
establecer nuevas reglas, de modo que los profesores enseñaban más y los
alumnos tenían más libertad para aprender solos. En la mayor parte de los
casos, las nuevas reglas incluían la reserva de un tiempo en que los alumnos
tenían la atención íntegra de sus alumnos. Se han obtenido igualmente los
mismos resultados positivos con alumnos que han abandonado la secundaria y
trabajadores emigrantes (Arthur Pearl, en Covington, 2000.
UN EJEMPLO
A TRAVÉS DE “JUEGOS SERIOS”: Táctica Goblal
Resumen
Ciencias Sociales 3º ESO. El
profesor convoca la primera conferencia internacional sobre el calentamiento
global del planeta: fase final de una unidad didáctica de un mes de duración,
denominada Táctica Global.
Seis equipos de alumnos, cada uno
de los cuales representa una nación en peligro, están preparados y ansiosos por
defender sus necesidades concretas en un mundo de recursos limitados y dudosas
perspectivas. Este ambiente electrizante ha prevalecido desde el momento en
que el profesor presentó algunas de las posibles consecuencias del
calentamiento global, el llamado «efecto invernadero»: ciudades enteras, como
Londres, cubiertas por la subida del nivel de los océanos, sequías en Los
Ángeles tan graves como para provocar disturbios cuando se supo que una anciana
había estado regando en secreto una hiedra que tenía en su casa y la
posibilidad de un récord de algodón en Siberia, la nueva tierra agrícola de la
abundancia.
El objetivo de la conferencia es
negociar un plan para enfrentarse a estos y otros posibles problemas. Dos
estrategias generales parecen claras. La primera, cada país (equipo) puede
preparar defensas locales contra el calentamiento, sin tener en cuenta las
medidas adoptadas por otros países; la segunda, todos los países pueden hacer
causa común en la búsqueda de soluciones más amplias, regionales o mundiales,
para prevenir o incluso eliminar la necesidad de respuestas locales.
Cualesquiera que sean los planes que se conciban, deben tener en cuenta las
diversas necesidades de los seis países participantes. Algunos, como Holanda
son especialmente vulnerables a la subida del nivel de los océanos y de las
mareas. Pero Holanda es un país muy industrializado y está en mejores
condiciones para hacer frente a los costes que supone atajar esta amenaza que
otros países igualmente en peligro pero más pobres. Tomemos como ejemplo
Indonesia, que posee el 15 por ciento de la línea costera del mundo y un 40 por
ciento de sus tierras vulnerable a una subida del nivel del mar tan escasa como
medio metro. Hay expertos que creen que la subida será de hasta tres metros a finales
del siglo XXI.
El
profesor ha advertido a sus alumnos que las negociaciones se complicarán
debido a varios factores. En primer lugar, como hemos señalado, la amenaza del
calentamiento global y los recursos disponibles para hacerla frente varían de
un país a otro. Para reflejar dicha realidad, el profesor proporciona a cada
equipo préstamos distintos del Banco Mundial. Los países ricos reciben
préstamos mayores, ya que está demostrada su capacidad para pagar la deuda.
Cada equipo es libre de crear sus propias defensas, dentro de los límites de
sus recursos, y las distintas soluciones tienen etiquetas de precio diferentes.
Por ejemplo, una posible consecuencia del calentamiento es que el nivel de agua
dulce de los lagos disminuya, a causa de los índices más elevados de evaporación.
Para el EQUIPO CONJUNTO AMERICANO‑CANADIENSE, el coste de dragar un metro y
medio más los canales de navegación de los Grandes Lagos es de doscientos
créditos; hacerlo tres metros cuesta trescientos créditos.
Si
un país en vías de desarrollo no es lo suficientemente rico como para crear
todas las medidas preventivas que juzga necesarias para sobrevivir, debe
negociar un préstamo de créditos con los equipos más ricos. Pero es poco
probable que los países industriales estén dispuestos a conceder préstamos.
Esta es la segunda complicación.
La
Táctica Global tiene asimismo otros objetivos que se entrecruzan: el del juego
dentro del juego. Las naciones industriales compiten para determinar cuál se
convertirá en la principal potencia económica. La ganadora de este minijuego
es la que acumula la mayor riqueza al final del juego. Pero las naciones ricas
no pueden desentenderse por completo de las dificultades de sus vecinos más
pobres, porque son los países más vulnerables a cualquier cambio climático
rápido. Incluso trastornos leves de los patrones climatológicos pueden provocar
un aumento desproporcionado del hambre, desencadenar migraciones masivas y
fomentar el malestar político, factores que amenazan fácilmente la estabilidad
mundial y hacen que el juego acabe de modo prematuro.
La
tercera complicación es que nada es totalmente seguro, ni siquiera en círculos
científicos. Siempre puede haber controversia y el margen de error a la hora de
hacer predicciones suele ser elevado. Los alumnos del Sr. Rodríguez pronto
aprenden que, aunque hay un acuerdo general en que los incrementos de la
temperatura global están íntimamente relacionados con el aumento de los niveles
globales de dióxido de carbono, tales correlaciones no son necesariamente
pruebas de causalidad. Además, aunque todos los equipos estén de acuerdo en que
el aumento de dióxido de carbono provoca el
calentamiento, sigue siendo discutible que dicho incremento sea siempre
negativo y que, de hecho, no pueda compensar algunos de sus efectos
perjudiciales. Por ejemplo, aunque se proyecta reducir el número de tierras de
labranza, hay experimentos de laboratorios que indican que el dióxido de
carbono actúa como una especie de fertilizante que acelera el crecimiento y el
tamaño de las plantas, por lo que es posible que se necesiten menos tierras. No
obstante, los alumnos del Sr. Rodríguez pueden debatir sobre tales hallazgos,
si son lo suficientemente inteligentes como para extraer determinadas
conclusiones de los gráficos y tablas que les ofrecerá. ¿Sólo aumentan de
tamaño las hojas y los tallos de las plantas o también los granos y los
frutos?
Al introducir estos debates, el Sr.
Rodríguez espera que sus alumnos reconozcan el grado de incertidumbre que
rodea sus elecciones y confía en que lleguen a lo que, según muchos expertos,
es la pregunta clave sobre el calentamiento global (Schneider, 1989): ¿a qué
velocidad y hasta qué punto variarán las condiciones climáticas con respecto a
la capacidad mundial de hacer frente a dichas modificaciones? A partir de esta
serie de recursos distribuidos de modo desigual, de incertidumbres y de
distintas motivaciones—algunos países están a favor de competir; otros, de
cooperar—, los alumnos del Sr. Rodríguez deben negociar un plan prudente para
enfrentarse a una posible crisis.
Pero había mucho que hacer antes de
que la conferencia pudiera comenzar. Para empezar, cada equipo debía
familiarizarse con el país que iba a representar, su geografía, su base
económica y su densidad de población, para evaluar su vulnerabilidad potencial
al calentamiento global. El Sr. Rodríguez ofreció a cada equipo una lista de
fuentes básicas para hallar la información necesaria. Asimismo concibió una
prueba que cubriera el material asignado. Todos los alumnos tenían que
demostrar un nivel mínimamente aceptable en la prueba antes de que sus equipos
pudieran continuar. Este requisito no planteó problemas especiales para ningún
equipo; no porque las preguntas fueran fáciles, sino porque aprobar el examen se
convirtió en un asunto de trabajo en equipo. Los miembros de los equipos
formaban parejas y cada uno controlaba lo que el otro estudiaba, y a todo el
que no alcanzara el nivel mínimo en su primer intento de aprobar el examen se
le concedía una segunda oportunidad, después de que su compañero supervisara su
trabajo. La decisión del Sr. Rodríguez de ofrecer tiempo ilimitado para
responder a las preguntas hizo que las cosas resultaran más fáciles, sobre
todo a los alumnos que experimentaban ansiedad ante los exámenes. Otro
incentivo fue que a todo aquel que superara el nivel mínimo en la prueba se le
convertían los puntos de más en créditos del Banco Mundial para su equipo.
Pero
la ventaja real de aprobar el examen era la oportunidad de trabajar en diversas
tareas adicionales que representaban la vía de acceso final a la mesa de
negociaciones. Se planificó una tarea para que los alumnos se familiarizaran
con las consecuencias del calentamiento global, tanto económicas como políticas
o sanitarias. En este último caso, el EQUIPO MARROQUÍ se quedó consternado al
enterarse de que el aumento de las temperaturas en el centro de África podía
hacer que las moscas que producen la encefalitis abandonaran su ámbito vital
habitual y se extendieran por territorios adyacentes donde, en la actualidad,
no se padece dicha enfermedad. Debido al enorme trabajo que suponía esta búsqueda
global de consecuencias, el Sr. Rodríguez propuso que cada equipo asignara a
sus miembros la tarea de especializarse en temas concretos; por ejemplo, que
uno estudiara los posibles efectos del calentamiento en la producción agrícola
de su país y que otro explorara el posible impacto psicológico en los habitantes.
Después de que todos los “expertos” hubieran realizado sus deberes, cada equipo
se volvía a reunir y unían las diversas fuentes de conocimiento de modo
parecido a como se juntan las piezas de un rompecabezas.
Aunque a la mayor parte de los
estudiantes le gustaron estas tareas, no ocurrió lo mismo con un alumno
caracterizado por aceptar el fracaso. Era
una fuente constante de perturbación: entregaba sus deberes tarde, si es que
lo hacía, perdía las notas del equipo y siempre hablaba cuando no le tocaba.
Era evidente que lo único que quería era sabotear la actividad. Para minimizar
los trastornos que ocasionaba y al mismo tiempo, proporcionarle cierto
sentimiento de logro y de disciplina, el profesor decidió negociar una serie
de contratos de aprendizaje con él. En la primera reunión le dio unas páginas
de un texto científico y le pidió que escogiera uno de los diversos
experimentos que demostraban cómo se crea la lluvia ácida: “Si montas el
experimento y ofreces una demostración en clase el próximo miércoles, daré a tu
equipo veinte créditos adicionales del Banco Mundial”, le ofreció el Sr.
Rodríguez, “y otros cinco puntos si sigues con exactitud los pasos del texto”.
¿Cuánto vale para ti trabajar con cuidado?, le preguntó pidiendo su opinión.
Algunos
recursos empleados:
·
Tarea muy interesante; despierta la
curiosidad; establece un problema real, auténtico que nos afecta a todos.
·
Aprendizaje de dominio: la información
adquirida era la recompensa, daba la oportunidad de ampliar el juego y ayudar
al propio equipo. Establecimiento de un nivel mínimo y común de domino
utilizando la “instrucción asistida por el equipo”.
·
Contrato de contingencias con los alumnos
problemáticos en el que se establece lo que hay que hacer, cuando hay que
acabar la tarea y los tipos de compensaciones que son contingentes al acabar el
contrato. Este contrato no es competitivo y equipara el nivel del alumno con
sus aspiraciones.
·
Las calificaciones o el reconocimiento
determinan un logro específico e informan directamente sobre cómo mejorar.
·
Se fomenta el aprendizaje cooperativo.
·
Se fomenta la solicitud de ayuda. El
profesor es otro aliado.
·
La responsabilidad estaba en buena parte en
manos de los alumnos. Había razones poderosas dentro del grupo para no fomentar
las conductas disruptivas, holgazanear o llegar tarde.
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